Los mártires galeses

 

Por Carlos Dante Ferrari (*)

    Hacia 1884, después de la llegada de nuevos contingentes, la población de la Colonia era de alrededor de 1.300 habitantes y podía decirse que el proyecto colonizador en el valle del Chubut se había afianzado. Para entonces, gracias a las buenas relaciones con los tehuelches, los colonos sabían que hacia el Oeste existían parajes muy bellos al pie de la cordillera. Cada tanto algunos exploradores se atrevían a internarse en territorios occidentales, aunque todavía ninguno había podido llegar hasta los Andes. A comienzos de 1884, el afán de aventura y la posibilidad de encontrar oro animó a cuatro jóvenes —John Hughes, John Parry, Richard Davies y John Daniel Evans— a viajar hacia el Oeste. Al llegar a la  confluencia de los ríos Gualjaina y Chubut, se encontraron con un par de integrantes de la tribu de Foyel, quienes los invitaron a visitar los toldos de su tribu, instalada en Tsúnica. Ciertas actitudes extrañas les advirtieron a los viajeros la posibilidad de un peligro inminente para sus vidas, por lo que resolvieron volver cuanto antes al valle del Chubut. Cabalgaron sin descanso durante más de 400 kilómetros. Días después, en una cañada, creyendo que no eran perseguidos, los jóvenes decidieron acampar y buscar carbón. Allí hallaron una veta negra en el barranco; desde entonces, el paraje tomó el nombre de Cañadón Carbón.

 

    El día siguiente, 4 de marzo, por la mañana, reanudaron el regreso. A la altura del valle de Kel-Kein (hoy zona de Las Plumas), mientras los cuatro exploradores venían arreando 14 caballos, de pronto oyeron aullidos y gritos de guerra. En instantes se vieron rodeados por un grupo de aborígenes que, a todo galope, los atacó a lanzazos. El mismo John Daniel Evans sintió un chuzazo a la altura del hombro izquierdo, mientras veía caer a Parry de su caballo, con una lanza clavada en su costado derecho. Evans espoleó a su caballo “Malacara” y comenzó a cabalgar a toda velocidad para tratar de salvar la vida. A pocos metros llegó hasta un barranco de más de tres metros de profundidad. El “Malacara” dio un salto increíble que le permitió ganar el llano bajo y sacarle ventaja a sus perseguidores, cuyas montas no fueron capaces de repetir ese brinco espectacular. Así el Baqueano Evans ganó una buena distancia como para poder huir hacia el valle y perderlos de vista.

 

    Evans cabalgó —y por momentos caminó, para dar descanso a su caballo— durante casi dos días completos. En la zona de Campamento Villegas se encontró con Richard Davies, a quien le contó lo sucedido. Davies le prestó su caballo y quedó al cuidado del valiente “Malacara”, que estaba agotado y con sus cuatro patas sangrantes. Así Evans pudo llegar finalmente a Rawson y dar aviso a las autoridades.

 

    Conmovidos, los colonos conformaron de inmediato un grupo de rescate que viajó hacia el sitio de los hechos. Al llegar allí se encontraron con lo peor: los otros tres viajeros habían hallado la muerte de una manera cruel. Solo quedaban sus restos mutilados y dispersos, que fueron sepultados en un sencillo túmulo y despedidos con una oración a cargo de Lewis Jones. Se cantó, a modo de despedida, el himno “Bydd myrdd o ryfeddodau” (Millar de maravillas). Desde entonces el paraje fue bautizado con el nombre de “Valle de los Mártires”.

   

    Fue el único hecho de sangre entre los galeses y los aborígenes. Se cree que pudo haber sido en respuesta a la campaña militar llamada “del Desierto”. Un hecho triste, injusto e innecesario. Sobre todo teniendo en cuenta que pocos meses antes, el 20 de julio de 1883, una delegación de destacadas mujeres de la colonia había entregado una carta al General Winter, pidiendo clemencia por los aborígenes cautivos.

 

    El sábado 7 de marzo de 2015, un grupo de personas concurrió a rendir homenaje a los caídos. La Asociación San David colocó una nueva placa sobre el monumento funerario, con motivo de cumplirse 131 años de aquel luctuoso episodio. Mientras unían sus voces al viento, los presentes entonaron, entre otros himnos, Calon Lan. Un apropiado homenaje para tres jóvenes de corazón limpio y honesto, que allí descansan para siempre. Dyma´r hanes. Esta es la historia.

 

(*) Este artículo integró una serie de notas efectuadas por el autor para un ciclo radial emitido por LU20, Radio Chubut, entre febrero y julio de 2015, con motivo del Sesquicentenario de la llegada al Golfo Nuevo del primer contingente de inmigrantes galeses en el Chubut, en julio de 1865.

 

Blanca Juliana Mangini

Redacción

Blanca Juliana Mangini tiene 5586 publicaciones. Ver todas las notas de Blanca Juliana Mangini

2 comentarios sobre “Los mártires galeses

  • el 25 octubre, 2020 a las 10:27 am
    Permalink

    Una historia desconocida para los argentinos y desconocido el lugar! Muchas gracias por compartirlo

    Respuesta
  • el 8 febrero, 2023 a las 9:04 am
    Permalink

    Nuestra Nación es muy heterogénea …llena de hombres y mujeres que hicieron de este suelo bendito…la patria de todos aquellos que quieran habitarlo….soy hijo de inmigrantes italianos y españoles….mi única patria es está no hay segunda…aquí nací aquí nacieron mis hijos ….aquí me integrare corporalmente junto a estos tres hijos..para abonar la Augusta tierra….honra y honor a los Galeces que tanto hicieron por nuestra patria..

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *