Las capillas (*)
Por Carlos Dante Ferrari
Los hechos demuestran que el principal motor para el triunfo del proyecto colonizador era de naturaleza puramente espiritual. Cuando la adversidad los golpeaba una y otra vez, la fuerza interior que mantuvo a los pioneros arraigados en esta tierra —que al principio les resultó tan inhóspita— fue la Fe religiosa.
En rigor, esa misma Fe constituyó uno de los motivos principales de los movimientos migratorios galeses, que procuraban preservar sus costumbres y creencias. Recordemos que a raíz del cisma provocado por Enrique VIII en 1534, la Iglesia Anglicana se había separado de la Católica y desde entonces, la Corona británica veía con gran disfavor a las comunidades religiosas disidentes. Los galeses abrazaban el culto protestante a través de diversas congregaciones independientes y, por este motivo, sufrían una fuerte discriminación.
Según nos relata el Rev. Abraham Matthews, los inmigrantes que llegaron al valle en 1865 eran devotos cristianos, en su mayoría pertenecientes a la Iglesia Congregacionalista, aunque también los había Metodistas Calvinistas, Baptistas Metodistas Wesleyanos y miembros de la Iglesia Estatal de Gales. Cada domingo se realizaban tres reuniones en las capillas: dos sermones y la escuela dominical por la tarde. Al principio, dado que no existían capillas, estas reuniones de culto se celebraban al aire libre o bien en propiedades privadas, cuando las inclemencias del tiempo no lo permitían. La capilla tenía una gran importancia como centro de actividades sociales, ya que, además, era el ámbito propicio para reuniones comunitarias, para la práctica del canto coral, la celebración del Eisteddfod, las lecturas bíblicas y la enseñanza infantil. Esto explica la urgente necesidad de levantar templos en el nuevo asentamiento territorial, a fin de brindar una adecuada cobertura de esos propósitos.
La construcción de las capillas fue una manifestación más de lo que puede lograrse gracias al esfuerzo mancomunado de los miembros de una colectividad. Las primeras fueron edificadas con los materiales disponibles: madera, adobe y techos de paja. Con el curso del tiempo, cuando las condiciones mejoraron, comenzó a utilizarse el ladrillo cocido y los techos de chapa.
Las edificaciones eran muy sencillas: los diseños no respondían a un estilo arquitectónico particular ni uniforme, y en general constaban de un salón rectangular, con el púlpito al fondo y dos o más hileras de bancos de madera, separadas formando angostos pasillos laterales. También se les adosaba otro recinto, a veces unido en “L” o bien a continuación de la nave principal, llamado “festry”, que estaba destinado a realizar actividades suplementarias, como las reuniones sociales, la escuela dominical y el servicio del té.
Como nos recuerda Edi Dorian Jones en su obra “Capillas Galesas en Chubut”, el primer sitio que ofició de capilla en Rawson era un granero de adobe erigido en 1868, y tuvo ese destino religioso en forma paralela hasta 1873. En ese año se construyó la llamada “Capilla chica”, utilizando maderas de un barco hundido. Era de adobe y fue utilizada hasta 1899, en que terminó arrasada por la gran inundación, al igual que otras nueve capillas que por entonces ya existían en la zona de Rawson, Treorci, Bryn Gwyn, Bryn Crwn, Ebenezer y 28 de Julio. La capilla Tabernacl, de Trelew, construida en 1889, se salvó milagrosamente de la fuerza destructora del agua. También la Capilla Bethel “Vieja” de Gaiman, edificada en 1880, resistió los embates del río. Esta pequeña capilla recibió la visita del Presidente de la Nación, Julio A. Roca, durante su visita a la colonia en 1899.
El fervor religioso y la importancia de cada capilla como centro de reunión determinó que los templos se fueran construyendo dentro de un radio de más o menos 10 kilómetros entre sí, para que todos los pobladores del valle tuvieran acceso al culto con los medios de locomoción familiar propios de la época (en carruajes o a lomo de caballos).
Como se ha dicho, además de los servicios religiosos, la capilla cumplía funciones educativas, sobre todo en la primera etapa, cuando todavía no existían edificios escolares. Esta actividad prosiguió incluso luego de que se construyeran los primeros colegios, dado que la llamada “Escuela Dominical” (Ysgol Sul) tenía el propósito de formar a los niños en el aspecto religioso y aprender a leer y escribir en galés, para asegurar la conservación del idioma. Cabe destacar que la práctica del Ysgol Sul prosigue hasta hoy en varias capillas.
La actividad literaria y coral eran asimismo prácticas frecuentes. Los Cwrdd Lleneddol (reuniones literarias) y los Cymanfa Ganu (encuentros de canto) son convocatorias que también han llegado hasta nuestros días. Actualmente la Asociación San David organiza los Cymanfa Ganu todos los meses, cada vez en una capilla distinta del valle, alentando la vieja costumbre de unir las voces en himnos y practicar el canto coral comunitario.
En su momento, la escasez de pastores protestantes que representaran a las distintas congregaciones condujo a conformar la unificación de las distintas denominaciones, para compartir los servicios de los ministros, bajo el nombre de “Undeb”, que significa “unión” en idioma galés. Con el correr de los años se creó más tarde, en 1979, la “Asociación Cultural y Espiritual de la Unión de Iglesias Cristianas Libres del Chubut” con domicilio legal en Gaiman, que nuclea a la mayoría de las capillas valletanas.
A lo largo de los años se construyeron 34 capillas en nuestra provincia. Algunas fueron destruidas por inundaciones o demolidas. Hoy solo 18 de ellas permanecen en pie: 16 en el valle inferior del río Chubut, una en Trevelin y la restante en Esquel.
Todavía es tradición celebrar cada 28 de julio la fiesta del Desembarco, “Gwyl y Glaniad”, en varias capillas, donde por unas pocas horas los bancos del culto se cubren con tablas y manteles para convertirse en las mesas donde se brindan magníficos servicios de té. También se mantiene la antigua tradición de organizar juegos y entretenimientos para niños y adultos en el predio de la capilla, como en las viejas épocas de la etapa colonial.
Sí, como en las viejas épocas. Al ingresar a una capilla, nuestra sensación es que allí el tiempo parece haberse detenido. En sus cálidos y modestos recintos, el reloj de la historia sigue marcando la hora gloriosa en que una comunidad abrazó el difícil desafío de domar un territorio agreste y desolado, para ir convirtiéndolo poco a poco en un sitio acogedor, con los recursos infalibles que brinda el esfuerzo cotidiano y la potencia infinita de la Fe en un generoso Creador que siempre bendice los buenos propósitos.
(*) Este artículo integró una serie de notas efectuadas por el autor para un ciclo radial emitido por LU20, Radio Chubut, entre febrero y julio de 2015, con motivo del Sesquicentenario de la llegada al Golfo Nuevo del primer contingente de inmigrantes galeses en el Chubut, en julio de 1865.