Michael Daniel Jones (*)

Michael Daniel Jones (*)

Por Carlos Dante Ferrari

En el artículo anterior reflexionábamos acerca de las razones que determinaron a los galeses a elegir la Patagonia para afincarse. Como podemos imaginarlo, esa aspiración implicaba un enorme desafío: la aventura de dejar la patria natal y atravesar el océano, para instalarse en un territorio distante y desconocido.

Está visto que los grandes proyectos humanos solo pueden llevarse a cabo gracias a la iniciativa y al empuje de personas visionarias, dispuestas a afrontar todas las dificultades que puedan presentarse. Por eso, en estas entregas queremos ir recordando a quienes asumieron esos roles, a fin de rendirles nuestro humilde homenaje.

Para comenzar, nos parece justo recordar la figura del reverendo Michael Daniel Jones, a quien se ha dado en llamar, con toda justicia, “el gran promotor de la colonia galesa”.

Michael D. Jones nació en 1822 en Llanuwchllyn y, por vocación religiosa, siendo muy joven, decidió prepararse para la carrera pastoral. Inició sus estudios en Carmarthen, luego los prosiguió en Londres y por último, se trasladó a los Estados Unidos de Norteamérica para su ordenación en Cincinnati. El Reverendo Jones era un apasionado nacionalista, que veía con pesadumbre las dificultades del pueblo galés por conservar su idiosincrasia, su lengua y sus tradiciones.

Durante esa estadía en Estados Unidos, él había podido observar que los intentos migratorios galeses en ese país no fructificaban, debido a que los pequeños grupos de inmigrantes terminaban siendo absorbidos por el entorno social, perdiendo rápidamente sus costumbres y abandonando la práctica del idioma.

Cuando regresó a Gales ofició durante algún tiempo en Bwlchnewydd como pastor congregacionalista, y a la muerte de su padre, lo sucedió como director en el Colegio Sacerdotal en Bala.

En 1858, Michael D. Jones volvió a los Estados Unidos, esta vez con el propósito de dictar conferencias sobre el proyecto de emigración galesa. Su idea era organizar un grupo en número suficiente como para poder echar raíces en algún territorio deshabitado, a fin de formar una congregación sólida y estable, que garantizara el mantenimiento del idioma, la práctica del culto religioso y la preservación de la identidad galesa.

Entre los galeses que habían migrado a Estados Unidos se encontraba un joven chacarero llamado Edwyn Cynrig Roberts, radicado por entonces en Wisconsin desde 1847. Roberts se había entusiasmado tanto con el proyecto patagónico que estaba dispuesto a viajar por su propia cuenta para establecerse en la región austral. Sin embargo sus compatriotas lo convencieron de que fuera a Gales, a tratar de conseguir más interesados en llevar a cabo ese plan. Así lo hizo, y al llegar a Bala se encontró con el Rev. Michael D. Jones, que por entonces ya había formado una comisión organizadora para el viaje. Más adelante dedicaremos un espacio especial para recordar la valiosa figura de Edwyn C. Roberts. Pero volvamos ahora a la semblanza de Michael D. Jones.

Es importante señalar que el Reverendo Jones no sólo dedicó mucho tiempo y grandes esfuerzos personales para impulsar el proyecto migratorio hacia la Patagonia. Lo cierto es que también comprometió su patrimonio personal y familiar en esa iniciativa. Pensemos que un emprendimiento de estas características implicaba una fuerte inversión económica: se necesitaba mucho dinero para realizar viajes y conferencias, a fin de reunir interesados en emigrar, y también para enviar los delegados a la Argentina que deberían mantener reuniones con el gobierno y hacer un reconocimiento del territorio. Por otra parte, era preciso juntar fondos para financiar el asentamiento, fletar un barco y costear todos los gastos de la expedición, que no eran pocos. Abraham Matthews, señala que, al ser los miembros de la Asociación Migratoria personas de medianos recursos, todas estas erogaciones corrieron por cuenta de Michael D. Jones y de su esposa. Y expresa al respecto… “moralmente, cada uno de los pobladores de la colonia que había triunfado era deudor suyo, pues fue con su dinero que se obtuvo posesión del lugar y se instaló el primer contingente…”

Hubo muchas dificultades, como todos sabemos. Pero el sueño finalmente empezaba a ser realidad. Y en marzo de 1882, el Reverendo Michael Daniel Jones tuvo ocasión de verlo con sus propios ojos cuando vino a visitar la colonia, acompañado por Daniel Rhys, de Capel Mawr. En su libro “Una Nueva Gales en Sudámerica”, Lewis Jones nos recuerda que por entonces solo quedaban unos 40 sobrevivientes del viaje en el Mimosa, aunque había ya una numerosa descendencia de aquellos esforzados pioneros. El Rev. Jones tenía por entonces 60 años y —según nos cuenta Lewis Jones— tuvo la agradable satisfacción de sentir que su apostolado colonizador era altamente apreciado en el Chubut. Después del reencuentro con amigos, el visitante fue llevado a dar un vistazo a lo largo del valle, remontando el río hasta el comienzo de la travesía, hasta un cañadón rocoso que, desde entonces, se denominó Cañadón Mihangel (“Cañadón de Miguel”).

El reverendo Michael D. Jones permaneció en el Chubut durante cerca de tres meses. Fue su única visita a Y Wladfa. Luego regresó a Gales para continuar su apostolado. El gran impulsor de la colonia falleció en Bala, el 2 de diciembre de 1898, a los 76 años. En su hora final habrá recordado con emoción que del otro lado del Atlántico, en la lejana Patagonia, a más de 10 mil kilómetros, hombres, mujeres y niños replicaban los valores y costumbres de la vieja Patria. Seguramente, al despedirse de este mundo, llevaba consigo la alegría de haber podido coronar un viejo sueño.

(*) Este artículo integró una serie de notas efectuadas por el autor para un ciclo radial emitido por LU20, Radio Chubut, entre febrero y julio de 2015, con motivo del Sesquicentenario de la llegada al Golfo Nuevo del primer contingente de inmigrantes galeses en el Chubut, en julio de 1865.

Blanca Juliana Mangini

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