La consulta de 1902 (*)

 

Por Carlos Dante Ferrari

 

    Desde su nacimiento como naciones, Chile y Argentina mantuvieron un largo historial de conflictos limítrofes, dado que ambas comparten una extensísima frontera. En 1881 se firmó un convenio estableciendo como criterio básico que la línea limítrofe entre las repúblicas de Chile y Argentina debía correr “por las cumbres más elevadas de la cordillera que dividiesen aguas”, y también convinieron que, si llegaran a presentarse problemas en la demarcación de la frontera debido a una eventual poco clara división de las aguas, el asunto sería subsanado por dos peritos, uno elegido por cada nación. El artículo 6° del acuerdo establecía que toda cuestión que surgiere entre Chile y Argentina con motivo del tratado o por otra causa sería sometida al fallo de una potencia amiga.

 

     A pesar de la buena voluntad expresada en el convenio, los problemas surgieron de todas maneras, principalmente donde la cordillera presenta muchas variantes topográficas que tornan muy difícil establecer un criterio apropiado para resolver ciertos puntos, en los que tanto la línea divisoria de aguas como la traza de las altas cumbres, se entrecruzan de manera intrincada y caprichosa.

 

     En 1896, Chile y Argentina pactan someter a la Corona Británica las controversias que se suscitaban en la interpretación del tratado de 1881. Se libraron al arbitraje los siguientes puntos: Paso de San Francisco, en el norte; la Hoya del lago Lacar; la región que abarcaba desde las inmediaciones del Lago Nahuel Huapi hasta las del lago Viedma, y la región adyacente al estuario de Última Esperanza.

 

    Los conflictos demarcatorios de este laudo comprendían, por lo tanto, varios puntos fronterizos, desde la Puna de Atacama hasta Santa Cruz, con una extensión total de casi 95.000 km cuadrados. En nuestro territorio provincial estaba en juego, ni más ni menos, que la franja cordillerana conocida con el nombre de “Colonia 16 de Octubre”, además de otros puntos aledaños que, según la tesis del país vecino, le correspondían a Chile; entre otros, las sierras situadas al oeste de Leleque y Esquel, el abra de Esquel, el cerro Nahuel Pan, el cerro Thomas, el abra de Tsúnica, el cerro Tecka, el abra del lago Cronómetro, la serranía de Caquel y el cerro Cuche.

 

    De acuerdo al Tratado, se formó la Comisión de Límites dispuesta por la Corona inglesa para laudar sobre los territorios en disputa. Estaba presidida por el árbitro Thomas Holdich; la integraban como peritos el chileno Diego Barros Arana y el argentino Francisco Pascasio Moreno, además de varios ayudantes de campo. Por nuestro país participaron en las exploraciones, entre otros nombres destacables, Clemente Onelli, Emilio Frey y Juan Moreteau, y del lado chileno, el geógrafo Hans Steffen, Alejandro Bertrand y Máximo Lira.

 

    Mientras los integrantes trabajaban e iban elaborando sus respectivos informes, la sombra de una inminente guerra se cernía sobre el horizonte. Ambos países comenzaron a equipar a sus respectivas fuerzas armadas mediante la compra de material bélico, en una escalada cada vez más alarmante.

 

    En abril de 1902 los miembros de la comisión se encontraban trabajando en la zona de Trevelin, donde los principios de las altas cumbres y el divorcio de las aguas presentaban grandes dificultades. Para resolver la cuestión, el árbitro Holdich decidió llevar a cabo una consulta entre los pobladores del área, compuesto en su gran mayoría por colonos galeses, además de algunos pobladores tehuelches y chilenos.

 

    Algunas anécdotas refieren que la comisión fue agasajada con una comida cuyo plato principal consistía en patos asados. En el transcurso del agasajo, alguien le preguntó al árbitro Holdich acerca del menú que estaba degustando, y que él respondió, en lo que sería un anticipo de su postura: «sí, son sabrosos los patos que se cazan en tierra argentina».

 

    Lo cierto es que el 30 de abril de 1902, en la Escuela Nacional 18 de Río Corintos, se llevó a cabo el referendo. John Daniel Evans, en sus memorias, nos cuenta así lo sucedido aquel día. “El día 30 de abril de 1902 fue para nosotros de gran importancia. Nos dimos cita en la escuela N° 18 que marcaría en la historia argentina un hecho trascendental. Llegamos temprano a la escuela  con nuestras familias, preparados para enfrentar todo el día. Había llegado la comisión de Límites y su misión era poner fin a la polémica establecida entre los dos países”. Y agrega más adelante: “Cuando nos preguntaron bajo qué bandera deseábamos vivir la decisión fue unánime. Ese día la Argentina se benefició con 132 leguas cuadradas; entre aplausos y vivas el doctor Balmaceda ceremoniosamente dobló la bandera chilena y dos grandes lágrimas corrieron por su rostro; el amor por su patria al ver perdidas estas hermosas comarcas lo llevó a sentirse sumamente deprimido”.

 

    Otras versiones señalan que hay una confusión al nombrar a Balmaceda como el representante chileno presente en aquella ocasión, señalando que en realidad se trataba de Hans Steffen. Sea como fuere, estos detalles no modifican lo esencial de aquel histórico acontecimiento, donde los pobladores convocados manifestaron una clara preferencia por la soberanía argentina sobre aquellas comarcas. Eso fue lo que resolvió, en definitiva, el laudo arbitral del Rey Eduardo VII de Gran Bretaña, dado a conocer en noviembre de 1902.

 

    Es importante recordar estos hechos, sobre todo porque a veces surge alguna voz de protesta o disfavor contra los inmigrantes de otras naciones que, sin embargo, tanto han hecho en beneficio de nuestra patria. El caso de los pioneros galeses, como ya hemos tenido ocasión de sostenerlo anteriormente, es una clara muestra de hasta qué punto su presencia en territorios patagónicos influyó para asegurar que aquí flameara por siempre la bandera argentina, la enseña que ellos aprendieron a amar y a honrar como el mejor de los connacionales, sin olvidar al propio tiempo su origen, sus tradiciones y costumbres. La amplitud de espíritu de esos pioneros, su grandeza de corazón y el claro sentido de gratitud tuvieron ocasión de expresarse también aquel día, en una pequeña escuelita cordillerana, donde estos valores fueron demostrados con la mayor contundencia.

 

(*) Este artículo integró una serie de notas efectuadas por el autor para un ciclo radial emitido por LU20, Radio Chubut, entre febrero y julio de 2015, con motivo del Sesquicentenario de la llegada al Golfo Nuevo del primer contingente de inmigrantes galeses en el Chubut, en julio de 1865.

 

Blanca Juliana Mangini

Redacción

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2 comentarios sobre “La consulta de 1902 (*)

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